Documento del mes. Septiembre 2025

DOCUMENTO DEL MES

DOCUMENTO DEL MES DE SEPTIEMBRE DE 2025

Los libros de Actas Capitulares de Plasencia desde 1580 a 1725

 

Recientemente se han digitalizado los libros de Actas Municipales desde 1580 hasta 1725, un total de 82 libros, que abarcan 145 años de historia municipal.

Estos 82 libros, junto con dos anteriores de 1465 y 1522, están ya disponibles online en la página web del Archivo Municipal de Plasencia, lo que facilitará su difusión y la investigación, a la vez que asegura una mayor preservación de los originales, que no tendrán que ser manipulados para su estudio. Aquí el enlace para su consulta:

https://archivo.plasencia.es/index.php/libros-de-actas-capitulares

Este mes, el documento del mes, se lo dedicamos a estos libros y a la evolución que han sufrido a lo largo del tiempo.

La muestra se completará con la exposición de la noche de Plasencia Abierta, el 13 de septiembre, donde podremos ver más ejemplares de estos libros, que reflejan la riqueza de nuestro patrimonio documental.

Las actas municipales, también llamadas actas capitulares, constituyen una de las fuentes documentales más valiosas para conocer la vida política, económica y social de la ciudad a lo largo de su historia. Recogían de forma sistemática las decisiones de los órganos de gobierno locales, así como acuerdos sobre impuestos, abastecimientos, obras públicas, nombramientos, relaciones con otras instituciones, y todos aquellos asuntos cotidianos que afectaban a la población. Estos libros por su valor legal exigían un soporte duradero y una escritura oficializada.

Aunque las actas, en sus orígenes pueden presentar variaciones, tienen por lo general una estructura normalizada que se inicia con un encabezamiento que contiene la fecha y el lugar de celebración, la relación nominal de asistentes bajo la presidencia del corregidor o alcalde mayor. A continuación, se desarrolla el cuerpo del acta, en la que se recogen todos los acuerdos y disposiciones adoptados. Finalizan con el refrendo que incluye las firmas y rúbricas de los presentes, o en su defecto, al menos del escribano y de quien hubiera presidido la sesión.

Pero más allá de su contenido, que sin duda es de gran interés para investigadores y ciudadanos, estos libros poseen también un enorme valor como objetos materiales, que nos permiten conocer los oficios del libro y de las técnicas artesanales que hicieron posible su existencia y conservación a lo largo de los siglos. Entre los siglos XVI y XVIII, la forma de producir, encuadernar y escribir estas actas experimentó una gran transformación, reflejo de cambios en la administración, en la técnica de escritura y en la estética documental. No eran obras de lujo, sino registros administrativos y de uso cotidiano y, aun así, cada libro es el resultado de un proceso artesanal en el que intervienen papeleros, encuadernadores y escribanos.

No todos los libros han llegado en buenas condiciones, algunos han sufrido los estragos del tiempo, de la humedad, de insectos y roedores, y de los propios materiales con los que se producían o escribían.

Aunque eran documentos que se producían semanalmente, no se conservan todos los libros de actas. Del siglo XVI a penas han llegado hasta nosotros 5 libros que abarcan tan sólo 15 años de ese siglo, aunque a partir de 1600 las lagunas se van reduciendo. La muestra seleccionada de originales entre 1580 y 1725, permiten apreciar la variedad de papeles, la riqueza de las encuadernaciones, la evolución de las caligrafías y otros detalles formales que convierten a cada libro en una obra singular.

Las Encuadernaciones

A pesar de los siglos transcurridos y todos los elementos a los que han sido expuestos, la calidad de las encuadernaciones y del papel ha permitido que estos libros, en la mayoría de los casos, lleguen hasta nosotros en un estado de conservación notable. Las hojas se reúnen en cuadernillos cosidos, que luego se integran en los volúmenes mediante encuadernación.

El tamaño de las hojas ha ido variando, desde los primeros libros de un gran formato que los hace difícilmente manejables, hasta el tamaño folio ya normalizado desde principios del XVII.

Las encuadernaciones podían incluir nervios en el lomo, refuerzos en las esquinas y cierres metálicos o de cordón, que aseguraban la compactación del volumen y cuya evolución se puede observar en los ejemplares mostrados.

Las encuadernaciones más tempranas, de un aspecto más sobrio, presentan cubiertas en cuero oscuro, resistente, con cierres de correas trenzadas y hebillas metálicas. La identificación se hacía mediante una etiqueta manuscrita pegada en la tapa. El uso continuo, y su gran voluminosidad ha terminado dañando algunas de estas encuadernaciones.

En contraste, los libros a partir de 1637 están encuadernados en pergamino claro, más flexible, de menor tamaño y más manejables con cierres de cordones trenzados. Se reutilizaban pergaminos, pudiéndose apreciar restos de escritura anteriores. La fecha y el título están escritos directamente sobre la cubierta, en algunos casos con caligrafías ornamentales y adornos.

Materiales y soportes: el papel y la tinta

Todos los libros de actas expuestos fueron escritos sobre papel. Desde el siglo XV, el papel desplazó al pergamino en la mayoría de los usos administrativos, pues era más económico y permitía una producción más abundante y regular. El papel de todas estas actas es artesano, muy distinto al papel industrial que se fabricaría a partir del siglo XIX.

El papel que encontramos era en su mayoría de fabricación manual, elaborado a partir de fibras textiles recicladas —trapos de lino y cáñamo— que se maceraban, se prensaban y se encolaban para dar lugar a hojas resistentes y de gran durabilidad.

En el XVII, el papel verjurado de mejor calidad y acabado más uniforme sustituyó progresivamente a los papeles más toscos. Se aprecian las líneas guía de la forma de fabricación, que podían ayudar también a mantener una escritura recta.

En el XVIII, los procesos papeleros permiten hojas más finas y claras, y se reduce el efecto corrosivo de las tintas. También se generalizan los sellos en seco y en tinta, como medidas de autentificación.

Las tintas, principalmente ferrogálicas, elaboradas a base de sales de hierro y agallas de roble, penetraban bien en la fibra del papel, aunque con el tiempo podían producir oxidaciones. En algunos volúmenes se observan manchas o trazos que han perdido intensidad, oscurecimiento del papel e incluso roturas del mismo.

La escritura

El interior de las actas refleja la evolución de la escritura oficial. Los libros de actas conservan la caligrafía de los escribanos municipales, profesionales especializados en la redacción de documentos públicos. A lo largo de los siglos XVI al XVIII, la escritura experimentó cambios significativos, que pueden apreciarse en los ejemplares seleccionados.

- Finales del siglo XVI: Predomina la letra procesal encadenada, compacta y de lectura difícil. Las palabras aparecen unidas mediante ligaduras y abreviaturas abundantes, buscando economía de espacio.

- Mediados del siglo XVII: La procesal se hace más regular y espaciosa. Surgen floreos decorativos en finales de línea y firmas. La disposición es más ordenada, con encabezamientos formales y desde 1637, sellos impresos, que legitiman el acto.

- Finales del siglo XVIII: Se impone la cursiva humanística o “bastardilla” administrativa, mucho más clara y con separación entre palabras. Disminuye el uso de abreviaturas y se estandariza el formato. Los márgenes pueden ser más amplios, el interlineado más generoso y las tintas menos corrosivas, respondiendo a reformas borbónicas orientadas a la claridad y la eficiencia en la gestión documental.

Los libros expuestos nos brindan la oportunidad de recorrer un siglo y medio de historia material de las actas municipales, que nos permiten valorarlos más allá de los acuerdos que contienen.

La digitalización de estos fondos asegura hoy su conservación y su acceso público, pero la contemplación directa de los originales permite comprender que los libros de actas son algo más que registros escritos: son objetos históricos únicos, frutos del trabajo manual y artesano de escribanos, papeleros y encuadernadores.