Alfonso VIII (rey de Castilla)
- Persona
- 11/11/1155 a 6/10/1214
Rey de Castilla entre 1158 y 1214. Heredó el trono de su padre, Sancho III, con sólo tres años. Durante su minoría se designaron como tutor a Gutierre Fernández de Castro y como regente a Manrique Pérez de Lara, para equilibrar a las poderosas familias Castro y Lara, al tiempo que intervenían los dos tíos, Fernando II de León y Sancho VI de Navarra.
Se enfrentó con los reinos de León y Navarra. Las hostilidades con León se reanudaron tras con una breve tregua debida al casamiento del rey leonés con la primogénita de Alfonso, Berenguela. Las campañas para rectificar los límites con Navarra llevaron primero a un arbitraje de Enrique II de Inglaterra y después a la conquista castellana de Álava y Guipúzcoa, obteniendo así acceso al Ducado de Gascuña, que teóricamente pertenecían a Alfonso como dote de su esposa Leonor de Plantagenet.
La alianza con Alfonso II de Aragón ayudó a Alfonso VIII en varias empresas de la Reconquista; ambos reinos pactaron el Tratado de Cazorla de 1179, que delimitaba las futuras zonas de reconquista.
Funda Plasencia en 1186 con intención de unificar a la nobleza castellana y relanzar la Reconquista con el lema "Ut placeat Deo et hominibus" (en latín "para agradar a Dios y a los hombres"). El establecimiento en el lugar se debía a razones de estrategia militar propias de la Reconquista, pues a escasos kilómetros de la ciudad se hallaban las fronteras castellanas con el reino de León al oeste y con los musulmanes al sur.
Una ofensiva del sultán almohade derrotó a Alfonso en la batalla de Alarcos (1195) invadiendo el valle del Tajo, Toledo, Madrid y Guadalajara, que aprovecharon leoneses y navarros para recrudecer sus ataques contra territorio castellano. Tras detener estos ataques (Tregua de Guadalajara, 1207), Alfonso lanzó una primera ofensiva contra los musulmanes en Levante, de escaso resultado práctico.
La contraofensiva almohade, con la toma del castillo de Salvatierra, impresionó a la Cristiandad, facilitando a Alfonso la organización de una nueva campaña, que el papa Inocencio III bendijo como Cruzada, lo cual facilitó la unión de huestes aragonesas, navarras y francesas y las órdenes militares de Calatrava, del Temple, de Santiago y de Malta. La cruzada culminó en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212), victoria decisiva que hundió el Imperio Almohade y dejó abierto el valle del Guadalquivir para la reconquista castellana. Poco después moría Alfonso, dejando el trono a su hijo Enrique I.